Los accidentes de tráfico constituyen una de las primeras causas de mortalidad en nuestro país. Y el consumo de medicamentos, dependiendo del tipo que sean, afecta a la capacidad de conducción. Por este mismo motivo, es importante conocer cuáles de ellos son los que pueden llegar a causar estos efectos adversos en la conducción y tomar las precauciones necesarias.
En boca de la agencia estadounidense Food and Drug Administration (FDA), Administración de Medicamentos y Alimentos traducido al español, algunas de las medicinas que podrían hacer que sea peligroso conducir son: los analgésicos opiáceos, los destinados a tratar la ansiedad, los medicamentos antiepilépticos, los antipsicóticos y algunos antidepresivos.
Aquellos productos que contienen codeína también pueden suponer un riesgo, así como algunos de los remedios para el resfriado y productos para la alergia: los antihistamínicos, las pastillas para dormir, los relajantes musculares, las medicinas que tratan los síntomas de la diarrea, el mareo, las destinadas a adelgazar, los medicamentos para “mantenerse despierto” y otros medicamentos con estimulantes como la cafeína, efedrina o pseudoefedrina.
¿Y cuáles son los efectos que pueden producir estos medicamentos en el conductor? “La somnolencia o efecto sedante, la reducción de los reflejos y aumento de tiempo de reacción, la alteración de la percepción de las distancias, las alteraciones oftalmológicas o de la audición, los estados de confusión y aturdimiento y las alteraciones musculares”, comenta así María Jesús Escribano, directora técnica Profesional del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid.
A pesar de ello, la profesional indica que: “no siempre el efecto será negativo, puesto que en muchas ocasiones el medicamento permite controlar la patología y mejorar la capacidad de conducción”. Por esta misma razón, no quiere decir que al iniciar un tratamiento haya que dejar la conducción inmediatamente, sino observar los síntomas que provocan en cada uno. La experta comenta: “no se debe conducir si produce somnolencia, debilidad, visión borrosa, cansancio, pérdida de audición o perdida de reflejos”.